Esa, queridos hermanos, ha sido la vida de Candelaria, y aunque nos quedemos cortos, así podemos resumirla:
- Como una vida de entrega humilde, sirviendo a todo aquel que acudía a ella…, fuera quien fuera.
- Una vida de discretos silencios, pero con un espíritu inquieto, que la movía a mantener profundas conversaciones con aquel que era su Vida.
- Una vida llena de confianza, de esperanza y de fidelidad a la Iglesia, a la que amaba y consideraba su familia.
Nunca tuvo un no por respuesta, nunca una mala cara o un desplante con quienes se cruzaban en su vida.
Eso no es solo fruto del esfuerzo humano, eso no es solo fruto de una forma de ser más o menos apacible y agradable… eso es el fruto del paso de Dios por la vida de una persona abierta a la gracia. Ese es el fruto de saber ocultarse y desaparecer para que sea Cristo y solo Cristo quien reine y brille en el mundo.
No pretendo hoy canonizar a Candelaria, -aunque motivos no faltan-, pero ciertamente, no solo los santos que están en el cielo son modelo de entrega a Dios, también en la tierra nos encontramos grandes ejemplos que nos deben mover a transformar nuestra vida, a no quedarnos plantados mirando al cielo y dejar la vida pasar como aquellos galileos que hemos escuchado en la primera lectura… y Candelaria es uno de esos ejemplos.
En el día de ayer, y también esta mañana, me llegaban muchos mensajes elogiando esas bondades de Candelaria, cantando las maravillas que el Señor nos ha hecho a nosotros por medio de su persona.
Pues, queridos hermanos, hoy no solo nos tenemos que quedar con esos testimonios, hoy no solo tenemos que recordar los buenos momentos o las actitudes de servicio de Candelaria… Hoy tu y yo tenemos que asimilarlas y vivirlas, pero no al estilo de Candelaria, sino más bien al estilo de Jesús, que es quien nos pone entre las manos lo que tu y yo necesitamos para cumplir su voluntad y hacer presente en este mundo su reino de justicia, de paz y de amor.
Recuerdo, en los primeros meses como párroco en Mairena, después de la misa que celebré en el cementerio el día de los fieles difuntos, que al finalizar, Candelaria se me acercó y me dijo: “No tengo miedo a la muerte…, si todo es como usted ha dicho, estoy deseando que llegue el momento…”
Pues, queridos hermanos, ¡eso no lo dice cualquiera…! Eso solo lo dice una persona con una fe enorme, eso solo lo puede decir alguien que ha descubierto a Dios, que se ha enamorado de Dios y está deseoso de vivir en su presencia para siempre.
También tu y yo debemos pedirle hoy al Señor que aumente nuestra fe, también tu y yo debemos pedirle que ilumine nuestras vidas y descubramos que nuestra hermana Candelaria no ha muerto, sino que vive, y que vive para siempre, porque la muerte es solo un trámite para aquellos que confían en las promesas del Señor.
El Mesías (…) resucitará de entre los muertos al tercer día (…). Vosotros sois testigos de esto.
Hoy esa testigo es Candelaria… hoy es ella la que seguro disfruta de las promesas del Señor en el cielo.
Allí sin duda nos estará esperando, pero lo hará sentada a la mesa que tantas veces preparó y servida con la misma delicadeza con la que ella sirvió en nuestra Parroquia.
Queridos hermanos, que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, nos de espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo en la tierra... Que ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama… -y de la que seguro ya disfruta nuestra hermana Candelaria…-, esa esperanza, que no es otra, que LA VIDA ETERNA.
Homilía en el entierro de Candelaria Librero Ruíz.
28 de mayo de 2022